jueves, noviembre 04, 2010

Reflexiones sobre la educación significativa

Autor: José Vicente Hurtado Herrrera
Publicado: Puebla on line, 21 de octubre de 2010

     La educación en cuanto compromiso por acompañar a una persona, promoviendo su desarrollo, buscando su crecimiento,  su toma de conciencia, colaborando con su proceso de humanización, se encuentra constantemente retada.
Uno de los grandes retos de la educación es  encontrar las formas, las estrategias didácticas más adecuadas para conseguir las intencionalidades que persigue, para motivar y ser significativa para el educando; ello exige a las instituciones y al educador: apertura y creatividad.
     Las nuevas corrientes pedagógicas y didácticas, dígase el constructivismo, la educación a partir de competencias, entre otras, apuntan justamente hacia  la generación de una educación significativa, pertinente, a la altura de los tiempos que vivimos. En este sentido muchas instituciones se comprometen por diseñar un sinfín de experiencias educativas, que les garanticen la anhelada educación significativa.
     En esta oportunidad quiero detenerme a reflexionar sobre una de estas experiencias que tuve oportunidad de vivir acompañando a un grupo de adolescentes de preparatoria, una experiencia en el campo, en un ámbito rural.  Consistió en vivir una semana en el contexto de una comunidad, compartiendo el diario vivir de las personas.
     La intencionalidad educativa de dicha experiencia es a todas luces pretenciosa: “Sensibilizar al educando sobre la realidad de las comunidades rurales en México, particularmente en Puebla, a fin de darle elementos para que ahora o en un futuro,  asuman una postura solidaria ante la realidad de los menos favorecidos en nuestro país”.
     Esta experiencia pretende ser preparada desde la vinculación con áreas del currículum como ciencias sociales, investigación, matemáticas, etc., con la clara intención de no fraccionar el conocimiento, más bien de integrarlo.
     Posterior a la semana es fundamental recuperar lo vivido, significarlo, para descubrir los frutos, para establecer puentes con lo reflexionado previamente, y así aquilatar los aprendizajes realmente alcanzados.
Al repensar lo vivido, al reflexionar sobre la experiencia educativa que tuve oportunidad de acompañar, me permito evidenciar algunos rasgos, retos, e implicaciones de la labor educativa:
     Anteriormente afirmé que la intencionalidad planteada para esta experiencia es pretenciosa, porque sensibilizar, estimular la toma de conciencia en la vida concreta de los adolescentes, sin duda es un  ideal, una utopía. Ello me remite al “carácter utópico” de la educación, el cual se fundamenta en la convicción de la que la persona puede ser mejor, crecer, superarse, y con ello colaborar en la generación de un mundo mejor.
También me  habla que la educación representa un acto de “sembrar”, un echar la semilla, de la cual el educador pretende evidenciar los frutos, sus aprendizajes a corto plazo, e incluso llegue a ver otros frutos obtenidos a mediano plazo, pero seguramente aquellos aprendizajes más profundos, los que tienen que ver con el sentido de vida, los de largo plazo, no le tocará verlos. Es un dato de realidad, es reconocer el límite de la presencia del educador y la autonomía y libertad del educando.
     Por otro lado, me permitió recordar la importancia de la presencia educativa, del acompañamiento, no sólo para colaborar con la disciplina del grupo, sino especialmente para ayudarles a observar, a preguntarse, a no dejarse de sorprender, a recuperar lo vivido. Los adolescentes tuvieron oportunidad de  reconocer las problemáticas y bondades de la comunidad; problemáticas como la drogadicción, la migración, la corrupción política; bondades como el valor de la vida sencilla, la tranquilidad del ritmo de vida, el gusto por vivir, y otras experiencias más.
     Corroboro que la labor de la institución educativa se complementa con el apoyo y confianza de las familias, particularmente de los papás, pues es desde la corresponsabilidad como se puede colaborar en el proceso de desarrollo del adolescente.
Finalmente sigo confirmando el valor de la planeación como un elemento central en cualquier organización, y la educación no puede ser la excepción. Una buena planeación genera confianza, a fin de contrarrestar la desconfianza e inseguridad que se respira en nuestro país.
     El diseño y ejecución de una experiencia de esta dimensión resulta ampliamente demandante y en momentos problemática, incluso con la tentación de abortar este tipo de esfuerzos, pero  lo cierto es que no hay que perder de vista la finalidad, el reto de proponer una educación significativa, una educación que permita a los adolescentes sortear con dignidad la propia existencia, y que realmente les preparé para la vida. Perder de vista a estas finalidades es vaciar de sentido y no querer afrontar los retos que la educación hoy nos presenta.

No hay comentarios.: