Autor: Javier Sánchez Díaz de Rivera
Publicado: Síntesis, 27 de noviembre de 2010
Nuestro contexto social se ha colapsado. Ciertamente estamos en una era de incertidumbre donde es difícil predecir cualquier cosa. Son muchas las cuestiones en juego en esta incertidumbre. Una de ellas es por demás paradójica. Hoy hemos desarrollado una profunda conciencia de nuestra libertad personal y como nunca en la historia es difícil eludir su peso. Es un resultado irreversible del individualismo moderno en una más de sus múltiples facetas. La libertad ganada, y ahí está la paradoja, nos deja más vulnerables y más a la intemperie que cuando vivíamos en el marco de concepciones pre-establecidas que se asumían sin pasar por la cruda conciencia de nuestra libertad.
Publicado: Síntesis, 27 de noviembre de 2010
Nuestro contexto social se ha colapsado. Ciertamente estamos en una era de incertidumbre donde es difícil predecir cualquier cosa. Son muchas las cuestiones en juego en esta incertidumbre. Una de ellas es por demás paradójica. Hoy hemos desarrollado una profunda conciencia de nuestra libertad personal y como nunca en la historia es difícil eludir su peso. Es un resultado irreversible del individualismo moderno en una más de sus múltiples facetas. La libertad ganada, y ahí está la paradoja, nos deja más vulnerables y más a la intemperie que cuando vivíamos en el marco de concepciones pre-establecidas que se asumían sin pasar por la cruda conciencia de nuestra libertad.
Por otro lado hoy más que nunca tenemos medios de comunicación nunca soñados y de los cuáles las redes sociales son de momento la máxima expresión. Podemos estar en relación con todo mundo desde cualquier lugar con tan solo tener una conexión a internet y un teléfono o una computadora. Desde ahí podemos explorar hasta los últimos rincones de la vida de los otros. Estamos expuestos a la opinión pública en todo momento, a la vista de todos. Se diluyen las fronteras entre lo privado y lo público. Estamos inevitablemente desnudos.
En cierto modo las redes sociales en todas sus formas, Facebook, Twitter, Flickr, Myspace , los blogs, entre otras, nos están situando de un modo radical frente a los demás, a todos los demás, y a los demás frente a mi. Las redes sociales no son un nuevo vehículo para posicionar mensajes, para dar a conocer unidireccionalmente un propósito, una marca, una idea. Son más bien un lugar para conversar. Los cambios sociales en ciernes no se dan no por las nuevas tecnologías, sino por las nuevas actitudes y comportamientos que suscitan estas tecnologías. Estos comportamientos ya están ahí. Las redes sociales son un lugar para contactar con mis amigos, también un lugar para colaborar y más allá son un lugar para la acción concertada.
Si bien hoy las fronteras entre lo privado y lo público se desvanecen, la cuestión no está en intentar insistentemente en escondernos, eso ya no parece posible. El punto está en entender la dinámica de esta comunicación. Las redes sociales son un nuevo espacio público sin precedentes. Todos estamos ahí aunque no lo queramos. Estamos ahí plantados y libres pero confrontados por la presencia inevitable de los demás, libres y perplejos. No podemos quedarnos callados, tampoco podemos ignorarlos. Tenemos que escuchar y responder, participar y atender.
Es la gran oportunidad para colaborar y para crear nuevos modos de acción colectiva solidaria o bien una nueva torre de Babel. Es la oportunidad de poner la propia libertad en contacto con los demás para enfrentar la incertidumbre, las vulnerabilidades, para urdir futuros comunes. Es la inevitable conversación.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario