Autora:
Marisol Aguilar Mier
Publicado: La Primera de Puebla, 11 de octubre de 2011
En
nuestra sociedad actual, tan compleja, tan cambiante y tan interconectada, ¿qué
es el aprendizaje?, ¿qué significa aprender?, ¿cómo aprendemos?, ¿cómo se puede
facilitar que alguien aprenda?, ¿para qué aprendemos?, ¿cómo se demuestra lo
aprendido? Estas y más interrogantes deberían plantearse las instituciones
educativas pues las respuestas, siendo temporales, inacabadas y en permanente
construcción, son las que dan sentido a su quehacer ya que se espera que dentro
de sus aulas, las personas aprendan ¿cierto?
No
obstante, así como se han generado transformaciones profundas en nuestra sociedad,
la propia noción de aprendizaje no ha sido ajena a tanto cambio. Así, la teoría educativa habla ya de enfoques
y modelos diferentes e innovadores. Aunque no por ello, estos logran
aterrizarse de manera natural en los procesos y prácticas que suceden en el
aula. Lo anterior, ocasiona que convivan, y la mayoría de las veces luchen en
el salón de clase, esquemas empolvados con las últimas novedades, surgidas
muchas de ellas, gracias a la sociedad en red y a la interconectividad. Echemos
un vistazo a ambos enfoques dentro de los cuales se mueve actualmente la
educación a manera de péndulo.
En
los esquemas de la llamada “educación tradicional” el actor protagónico era el
profesor, quien centraba y controlaba todo el proceso de enseñanza y quien
además, era el dueño de la verdad y el saber, el cual era transmitido y
depositado en los alumnos, en forma de contenidos estáticos y acumulables, generalmente desvinculados entre
sí, de tipo exclusivamente teórico que apuntaban a fortalecer sólo la dimensión
cognitiva.
Por
el contrario, en las perspectivas actuales de corte socioconstructivista, es el
alumno quien adquiere un rol activo y principal, así como la responsabilidad de
gestionar su propio proceso, con el apoyo del docente que es más bien un
facilitador que organiza y diseña experiencias de aprendizaje auténticas en
escenarios reales, que permitan a todos los estudiantes, en permanente diálogo
y colaboración, construir y reconstruir saberes y desarrollar competencias. De
esta manera se vincula la formación escolar con la vida y el trabajo, logrando
involucrar el desarrollo de todas las dimensiones de la persona. Lo anterior,
implica que los docentes y estudiantes, asuman nuevos roles a través de un
trabajo conjunto en el cual se logran articular los contenidos, abordados como
problemáticas y se genera una nueva relación entre maestro-alumno y entre
alumnos. El aprender, el hacer y el reflexionar, en un contexto dado, se
vuelven tres acciones inseparables.
Los desafíos que esto implica son inagotables pues no hay
caminos únicos ni métodos infalibles para aprender y lograr que el otro
aprenda. Constituye una búsqueda permanente en esta gran constante de nuestros
días: El cambio…
Así,
el aprendizaje, que antes era concebido de manera lineal, se “adquiría” en los
primeros años de vida, dependía 100% del profesor, se generaba dentro de las
aulas, se demostraba bajo la capacidad memorística y se almacenaba como una
propiedad personal, hoy, es más bien un espiral. Éste inicia y se va ampliando
a medida que se conecta con otros aprendizajes en un proceso dinámico y
recurrente; sucede a lo largo de toda la vida, tanto en las aulas, pero
principalmente fuera de ellas en esquemas que, gracias a las tecnologías de
información y comunicación, incluso rompen las barreras del tiempo y el
espacio; se demuestra a través del actuar competente, es situado y se construye
socialmente como parte y producto de la actividad, del contexto y de la cultura
en la que se desarrolla y utiliza. De este modo, el aprendizaje ya no se mide
tanto a través de los conocimientos que una persona es capaz de demostrar. Más
importante aún resulta cómo y para qué los emplea y qué necesidades o problemas
resuelve, lo cual implica necesariamente al otro y al entorno.
Lo anterior deja claro que el aprendizaje es un asunto
sumamente complejo y más aún si éste se piensa en el contexto de la sociedad
actual y sus múltiples demandas. Indudablemente, lograr la transición de una
educación tradicional para una sociedad que ha dejado de existir, a una nueva
educación para las sociedades del conocimiento y del aprendizaje, no es tarea
fácil, por que los cambios están sucediendo con gran rapidez. Ahí está entonces
la oportunidad de innovar pero también la exigencia de cambiar nuestras prácticas
para aprender y enseñar en entornos diferentes a los acostumbrados y lograr el
reto más importante de todos: aprender a
construirnos como mejores personas dentro de mejores sociedades.
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