martes, octubre 18, 2011

Cambia, todo cambia...


Autora: Marisol Aguilar Mier
Publicado: La Primera de Puebla, 11 de octubre de 2011

     En nuestra sociedad actual, tan compleja, tan cambiante y tan interconectada, ¿qué es el aprendizaje?, ¿qué significa aprender?, ¿cómo aprendemos?, ¿cómo se puede facilitar que alguien aprenda?, ¿para qué aprendemos?, ¿cómo se demuestra lo aprendido? Estas y más interrogantes deberían plantearse las instituciones educativas pues las respuestas, siendo temporales, inacabadas y en permanente construcción, son las que dan sentido a su quehacer ya que se espera que dentro de sus aulas, las personas aprendan ¿cierto?
No obstante, así como se han generado transformaciones profundas en nuestra sociedad, la propia noción de aprendizaje no ha sido ajena a tanto cambio.  Así, la teoría educativa habla ya de enfoques y modelos diferentes e innovadores. Aunque no por ello, estos logran aterrizarse de manera natural en los procesos y prácticas que suceden en el aula. Lo anterior, ocasiona que convivan, y la mayoría de las veces luchen en el salón de clase, esquemas empolvados con las últimas novedades, surgidas muchas de ellas, gracias a la sociedad en red y a la interconectividad. Echemos un vistazo a ambos enfoques dentro de los cuales se mueve actualmente la educación a manera de péndulo.
     En los esquemas de la llamada “educación tradicional” el actor protagónico era el profesor, quien centraba y controlaba todo el proceso de enseñanza y quien además, era el dueño de la verdad y el saber, el cual era transmitido y depositado en los alumnos, en forma de contenidos estáticos y  acumulables, generalmente desvinculados entre sí, de tipo exclusivamente teórico que apuntaban a fortalecer sólo la dimensión cognitiva.
     Por el contrario, en las perspectivas actuales de corte socioconstructivista, es el alumno quien adquiere un rol activo y principal, así como la responsabilidad de gestionar su propio proceso, con el apoyo del docente que es más bien un facilitador que organiza y diseña experiencias de aprendizaje auténticas en escenarios reales, que permitan a todos los estudiantes, en permanente diálogo y colaboración, construir y reconstruir saberes y desarrollar competencias. De esta manera se vincula la formación escolar con la vida y el trabajo, logrando involucrar el desarrollo de todas las dimensiones de la persona. Lo anterior, implica que los docentes y estudiantes, asuman nuevos roles a través de un trabajo conjunto en el cual se logran articular los contenidos, abordados como problemáticas y se genera una nueva relación entre maestro-alumno y entre alumnos. El aprender, el hacer y el reflexionar, en un contexto dado, se vuelven tres acciones inseparables.

     Así, el aprendizaje, que antes era concebido de manera lineal, se “adquiría” en los primeros años de vida, dependía 100% del profesor, se generaba dentro de las aulas, se demostraba bajo la capacidad memorística y se almacenaba como una propiedad personal, hoy, es más bien un espiral. Éste inicia y se va ampliando a medida que se conecta con otros aprendizajes en un proceso dinámico y recurrente; sucede a lo largo de toda la vida, tanto en las aulas, pero principalmente fuera de ellas en esquemas que, gracias a las tecnologías de información y comunicación, incluso rompen las barreras del tiempo y el espacio; se demuestra a través del actuar competente, es situado y se construye socialmente como parte y producto de la actividad, del contexto y de la cultura en la que se desarrolla y utiliza. De este modo, el aprendizaje ya no se mide tanto a través de los conocimientos que una persona es capaz de demostrar. Más importante aún resulta cómo y para qué los emplea y qué necesidades o problemas resuelve, lo cual implica necesariamente al otro y al entorno.
     Lo anterior deja claro que el aprendizaje es un asunto sumamente complejo y más aún si éste se piensa en el contexto de la sociedad actual y sus múltiples demandas. Indudablemente, lograr la transición de una educación tradicional para una sociedad que ha dejado de existir, a una nueva educación para las sociedades del conocimiento y del aprendizaje, no es tarea fácil, por que los cambios están sucediendo con gran rapidez. Ahí está entonces la oportunidad de innovar pero también la exigencia de cambiar nuestras prácticas para aprender y enseñar en entornos diferentes a los acostumbrados y lograr el reto más importante de todos: aprender a construirnos como mejores personas dentro de mejores sociedades. 
      Los desafíos que esto implica son inagotables pues no hay caminos únicos ni métodos infalibles para aprender y lograr que el otro aprenda. Constituye una búsqueda permanente en esta gran constante de nuestros días: El cambio…





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