Autora: Celine Armenta datos del autor haz click aquí
Publicado: e-consulta, 26 de septiembre de 2011
Si en la actualidad se gastan millones para investigar todo tipo de enfermedades, ¿por qué nadie se ha dedicado a indagar las raíces de la maldad humana, uno de los peores males que acosan a la humanidad? La maldad, la perversidad, la crueldad: ¿a qué se deben?, ¿tienen raíces genéticas? ¿Cómo se puede abordarlas desde la ciencia para comprenderlas primero y contenerlas, modificarlas y hasta erradicarlas después? Estas preguntas son el pretexto y el tema del libro más reciente de Marcelino Cereijido. Y creo que urge responderlas precisamente ahora, cuando el actuar malévolo de un número creciente de seres humanos está implantando el reino del miedo y la desesperanza en muchos enclaves del país.
Los profesionales de la educación hemos dicho, casi unánimemente, que desde las aulas y las secretarías federal y estatales de educación hay mucho por hacer; porque mucho se puede lograr educando más, a más mexicanos y de mejor manera. Aquí y allá surgen y se fortalecen la investigación y las estrategias de educación para la paz y la convivencia; se crean programas de educación en valores, educación para la tolerancia, la democracia y la calidad de vida. Por su parte, el arzobispo católico de Puebla, señala que lo que se necesita es amor; y seguramente propondrá estrategias para ponerlo por obra.
Pero lo que Cereijido propone va más allá de las aportaciones parciales de cada profesión. Su libro, publicado por Tusquets, invita a aplicar la ciencia, su visión y su método al problema de “los malos”.
Cabe aclarar que la ciencia es mucho más que el ámbito profesional de los científicos. La visión científica de la realidad es patrimonio de todos los seres humanos de nuestro tiempo. Al menos en principio, las mujeres y los hombres de hoy día compartimos criterios científicos: si enfermamos solicitamos un diagnóstico científico, nos hacemos analizar con métodos científicos y usamos medicinas creadas por la ciencia. Y lo mismo cabe decir de cómo saciamos nuestra hambre, cómo nos trasladamos de un lugar a otro y cómo nos comunicamos. Y salvo excepción, incluso quienes afirman que la explicación última de la maldad es el karma, satanás o la permisividad divina, coinciden en que la mirada científica es válida; y sus acciones, eficaces. Pocos, muy pocos desdeñan el saber científico; por el contrario, día atrás día comprobamos que si miramos la realidad con las herramientas de la ciencia y la explicamos en sus términos, podemos domeñarla.
Marcelino Cereijido seguramente no es el primero en abordar así el problema de “los malos”, o sea de quienes causan sufrimiento a sabiendas. Pero es el más reciente y su texto llega en el momento apropiado. ¡Hay que mirar al mal con inteligencia!
Imitando el desarrollo de otras ciencias, lo primero que nos propone el libro de Cereijido es una taxonomía con quince tipos de seres malos: desde los cotidianos, entre quienes se encuentran el profesor que castiga a sus estudiantes en silencio y de brazos cruzados durante todo el recreo, el policía que detiene varias horas al pobre heladero hasta que se evapora el hielo seco; y entonces lo deja ir; y los que incendian basureros en nuestra ciudad, arrancan las bocinas de los teléfonos y grafitean las fachadas recién pintadas.
Otra es la maldad del maestro que humilla a algunos estudiantes; siempre a los mismos, frente a todo el grupo. Y la del padre que amenaza con sadismo creciente a su prole; amenazas imposibles pero no por ello menos terroríficas: “si no te comes la sopa, la caliento aún más y te la meto con una jeringa por las venas”.
Los torturadores profesionales ocupan uno de los tipos más graves; ¿podría incluirse entre ellos a los tiernos preescolares que gozan quemando lombrices vivas, y a los preadolescentes que torturan hasta la muerte a gatitos huérfanos?
Otra categoría agrupa a quienes cometen cognicidio, maldad que consiste en destruirle al ser humano la herramienta que nos ha salvado desde la prehistoria: el conocimiento. Una forma sutil y generalizada de esta maldad es el adoctrinamiento de los niños en la creencia de dogmas que perjudican su capacidad de interpretar la realidad.
Por supuesto, un tipo especialmente repugnante de maldad es el genocidio; y aquí se incluye a Hitler, a los dictadores de todo el planeta y a quienes ordenaron y a quienes ejecutaron las masacres de San Fernando y de Acteal.
La maldad lastima más, mucho más que las catástrofes naturales y las enfermedades. ¿Podrá la ciencia darnos luz para comprenderla? ¿Se puede detectar de alguna manera antes de que eclosione? ¿Está dentro de todos nosotros? ¿Existe alguna manera efectiva de frenarla?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario